Mi experiencia cooperativa con el grupo Mondragón

Vivimos momentos oscuros y no podemos ocultarnos en una roca a esperar que las cosas mejoren por sí solas. En este momento la sequía y la guerra ponen a Somalia (África) al borde de la hambruna y casi 8 millones de personas, cerca de la mitad de la población, sufren las secuelas. La violencia y falta de oportunidades han provocado el desplazamiento de la gente y los campamentos administrados por la ONU no dan abasto al recibir a miles de personas todos los días. En Centroamérica el panorama es desolador. Los gobiernos demuestran su debilidad democrática y en el plato del ciudadano no hay maíz ni carne. La región vive una crisis sanitaria, económica, ambiental, social y política. La única opción: migrar al norte y buscar trabajo.

Hace unos meses en una conferencia de la Alianza Cooperativa Internacional escuché a Iñigo Albizuri Landazabal, director global de relaciones institucionales del Grupo Mondragón. Ahí dijo que eliminar la pobreza y alcanzar los 17 objetivos de desarrollo sostenible era posible mediante la creación de empleos estables y bien remunerados. Comentó que el trabajo decente implica que todas las personas tengan oportunidades para ejecutar una actividad productiva que aporte un ingreso justo, seguridad en el lugar de trabajo y protección social para las familias. En ese instante me prometí que iría a conocer su movimiento solidario.

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